Nos la pasamos gritando, es nuestra naturaleza desde que somos pequeñas. Vamos creciendo al ritmo de cada ciclo lunar afectadas por todos esos cambios y explotando en euforia de vez en vez.
Cuando somos madres, nos salimos de nuestras casillas muy seguido, siempre hay una situación que después de contar hasta 10 o hasta 1 000 nos supera y nos saca ese grito en automático. ¿Vale la pena tomárselo tan a pecho y personal? Mi lógica me dice que no. Si no eres madre no sabes cómo es, y si lo eres, probablemente ya se te olvidó. Si eres padre, tampoco entiendes cómo es… Para de juzgar, aprende a dar un abrazo enmedio de ese grito, ten un detalle con esta mujer porque está conflictuada, porque lo ha entregado todo y ya se le olvidó quien es, porque se está dando por vencida, porque muy probablemente tiene miedo, o porque simplemente está cambiando con la luna.
No tenemos porque escoger las mejores palabras para expresarles lo que sentimos. Solo explotamos en euforia y sin pensar soltamos el estrés, la frustración, el momento bueno y el cansancio en cuanto los vemos llegar. Sentimos que van a entrar como un caballero a rescatarnos, que van a hacernos un relevo para por lo menos sentarnos un ratito. No lo tomen como queja, es nuestro modo de expresar todo lo que traemos del día. Amamos nuestra vida de madres y lo hacemos bastante bien, simplemente nos duele saber que en algún lugar está la mujer que algún día fuimos y no tenemos claro cómo contactar con ella. ¿Qué tal si nos dan un empujoncito?
Qué fácil es ser ante la sociedad viejas histéricas, y qué fácil es también, olvidarse que desde hace algunos años vamos transitando un proceso que nos va retando a cada momento y que además no sabemos si nos gusta y si queremos seguir. El proceso de la maternidad. Donde te aguantas un montón de cosas por pena, porque crees que solo a ti te pasa, porque los demás no entenderían.
Y entonces un día, nos descubrimos guardando esas frustraciones y todo aquello que no podemos expresar en un rinconcito de nosotras, hasta que ya no cabe más y en algún momento volvemos a explotar…¿Qué creen que pasa cuando seguimos guardando todo? El cuerpo empieza a gritar justamente lo que el alma calla.
La falta de atención, las jetas, la poca importancia que se le da a la vida en pareja, la falta de ganas porque se vive agotado queriendo ganar y ganar $$$, la poca o nula empatía para con el proceso mismo, la terrible conexión con la propia esencia esa que cuando existe nos hace sentir que tenemos todo en la vida, que no hay para qué preocuparse si no ocuparse, que permaneciendo en estado de gratitud todo llega porque estamos aquí para merecer.
¿Tú que mereces? ¿Una mujer que no la haga de pedo? ¿Un hombre amoroso y compasivo? Cuéntame entonces como vives conscientemente tu maternidad / paternidad, qué roles asumes además de traer el sustento a la mesa, que tanto te involucras, que tanto amas… Tenemos lo que merecemos y si queremos más, ¿entonces que habrá que hacer? Ley de causa y efecto. Si quieres mejorar tu vida familiar empieza tú. Resuelve tus traumas, pide ayuda, muévete, haz algo. Para de quejarte y grita, es muy liberador. Callarse todo por no armarla de pedo enferma, envenena y mata. Da lo que te encantaría recibir y vuélvete un chango de la felicidad de ver el efecto que produces al dar. Tal vez un día recibes y vas a sentir increíble…
La maternidad nos mueve, y al mismo tiempo nos cambia a todos. Nos enseña a mirar con otros ojos, a priorizar en diferente orden, a vernos en un espejo que no siempre queremos voltear a ver. Es descubrirte niño de nuevo y enfrentarte a todos tus miedos, para sanarlos y para formar almas conscientes con tu ejemplo.
Por favor mamá, riega tu planta. Por favor papá riega la tuya. Y si a alguno de los dos se le terminó el agua, compártele un poco.. Ahora son una familia, una nueva plantita con un proyecto de vida juntos. Tus decisiones, tus pensamientos, tu conducta, tu energía afectan a tu tribu.
Pide perdón de vez en cuando y vuelve a empezar.
Haz que cada día cuente.
Lo siento, perdóname, te amo, gracias